Hoy en día, el mercado laboral es
muy competitivo. Los cambios son cada
vez más vertiginosos. Hay que adaptarse
rápidamente a nuevas formas de realizar las tareas, nuevas tecnologías, otras
formas de comunicación, a trabajar en equipo con gente del otro lado del mundo.
Algunas veces también sucede que
las empresas no cuentan con los recursos humanos suficientes para realizar todas
las tareas requeridas; o no tienen el equipamiento o material necesario para
hacerlo en forma más eficiente. Otras
veces, las decisiones se toman a último momento y, si bien había una tarea
perfectamente planificada, hay que salir a realizarla a los apurones, sin el
tiempo que se había pensado tener. Asimismo,
ocurre que en algunas oportunidades los colaboradores tienen que tomar
decisiones difíciles con poco tiempo de análisis y sin mucho descanso, por la
carga de tareas.
Las condiciones adversas pueden
ser muy variadas. Todo eso lleva a que la
presión laboral se convierta en estrés.
Trabajar bajo presión implica seguir siendo eficientes aun cuando no
se cuente con los recursos o el tiempo suficiente.
Mantener el equilibrio en situaciones como ésta es una habilidad que puede
desarrollarse. Por eso, hay que tener en
cuenta algunos tips para sobrellevar la presión y lograr un buen desempeño,
inclusive en un escenario desfavorable:
1.
Organizarse: Distinguir qué tareas son las más
importantes y urgentes, y llevarlas a cabo por orden de prioridad. Mejor aún si se realizan en el momento del día
en que uno es más productivo.
2.
Mantener una actitud positiva: Es
clave entender que el estrés depende en gran medida de cómo uno reacciona a las
cosas que le pasan o a las circunstancias externas. Siempre se puede culpar al jefe, a la falta de recursos,
al tráfico, al poco tiempo para entregar los proyectos... pero hay que tener en
cuenta que se puede aprovechar una situación adversa y hacer que la presión
juegue a favor. En lugar de victimizarse
y ver la dificultad como una amenaza, se puede entender que se trata de un
desafío y una oportunidad de crecimiento, de poner en práctica los propios
conocimientos y demostrar lo que uno vale.
3.
Revisar las exigencias externas y las auto-exigencias: Ser objetivos frente a lo que realmente se necesita vs. lo que creemos
deberíamos entregar. Analizar la
magnitud real de la “amenaza” y adjudicarle el lugar que le corresponde. No hay
que imponerse una presión desmedida. Hay que aprender a ser asertivos, a dar
una opinión de manera adecuada y justificada, a decir que no, a delegar, a
pedir ayuda.
4.
Disciplina: Llegar más temprano a la oficina para
evitar agregar el estrés de empezar el día corriendo. Tomar un desayuno nutritivo para tener más
energía durante el día. Dormir por lo
menos 7 horas.
5.
Recordar los propios proyectos exitosos: Ya hemos pasado por alguna situación adversa, de estrés, y sabemos que pudimos
cumplir con los deadlines impuestos. Se puede vencer la dificultad. Hay que visualizar el próximo éxito.
6. Aprender a
manejar la frustración: Al no obtener los resultados esperados,
hay dos alternativas: frustrarse o aceptarlo. La mejor opción es aceptarlo, pero sin ser
conformistas. Disfrutemos de lo que sí hemos
logrado y sigamos en la búsqueda de aquello que anhelamos. Hay que aprender la lección de aquellas
experiencias que salieron como esperábamos.
7. Realizar
ejercicios de relajación y actividad física: Ayudarán a disminuir la sensación de
ansiedad y a liberar el estrés acumulado durante el día.
El mundo actual nos exige ser expertos de la
inmediatez y trabajar bajo presión. Sin
embargo, este tipo de trabajo no necesariamente es negativo sino, por el contrario,
puede ayudarnos a sacar provecho, a mantenernos enfocados, a demostrar nuestra creatividad
y proactividad.
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