Autor: Eugenia Hereñú – Gerente de Consultoría – Raet para Latinoamérica
Con el correr del tiempo, el sistema de creencias del trabajo
en equipo ha ido cambiando, ha evolucionado, pasó del estilo cascada, con un “Dios” imperfecto bajando directivas, a
un estilo Agile en el que las decisiones se toman en equipo,
un equipo multidisciplinario cuyas responsabilidades y limitaciones hacen que
se convierta en una Consciencia colectiva a
disposición de la organización.
La Consciencia colectiva
-creencias compartidas que funcionan como una fuerza unificadora dentro de la
sociedad- a nivel organizacional
constituye una potente posibilidad de crecimiento sostenido, con valores compartidos por sus partes.
Durante el tiempo de adaptación, el proceso de transformación es
bastante caótico. Aparecen personas desorientadas, teniendo que
tomar decisiones que no querían tomar y que no sabían tomar; personas
entusiasmadas, aquéllas que querían liberarse del modelo patriarcal de
las compañías; personas indiferentes, que consideran que se trata de una
“moda” que va a pasar. Asimismo, se ven
jefes
miedosos que sienten la pérdida del poder y, potencialmente, de su
“lugar” en el organigrama.
La realidad es que la metodología tiene mucho sentido, es la
filosofía de “se hace camino al andar”.
Muchas veces en las compañías -en especial en Recursos Humanos- nos
proponemos empresas imposibles: “Voy a lanzar el ciclo de evaluación, con
evaluación de objetivos, competencias, y a todo color”. Luego, nos damos cuenta de que el deseo y la
voluntad de uno no hace necesariamente que el resto acompañe y que, por querer
hacer todo junto, logramos una parte de ello o nada... Terminamos de definir los objetivos en mayo,
en lugar de en enero, y evaluamos competencias de un solo semestre, con lo cual
nuestra imagen se vuelve vulnerable y poco profesional.
La clave es que el equipo debe acompañar, y no me refiero al equipo
del proyecto sino a “el equipo de la organización”. Los seres humanos han cambiado, la tendencia
es adoptar pequeños cambios en forma permanente, en especial teniendo en cuenta
las nuevas generaciones. La idea es conseguir que a partir de pequeños
objetivos se pueden lograr pequeños éxitos, y que todos juntos hagan un gran
éxito consecutivo. De esta manera,
la organización (y así es como se
desarrolla el mundo) recibe permanentemente pequeñas mejoras y señales
constantes de crecimiento.
Para lograr el cambio, el gran desafío es desarmar los grandes egos,
acostumbrados a tomar decisiones, para lograr que un equipo completo tenga
poder, en cada una de sus partes. Y, a
su vez, que los equipos no esperen (aprendan a no esperar) las soluciones
caídas del cielo sino que asuman responsabilidad completa en sus tareas y tomen
decisión de cada una de sus acciones.
Para ello, es útil que los líderes históricos se corran de escena y
adopten una actitud más pasiva, que marquen las directrices generales y evalúen
los avances de resultados al finalizar los mismos, y no cómo se han logrado. De esta manera, se puede evitar la
frustración del impulso creativo que genera el equipo al momento de decidir
cómo resolver los distintos temas.
Es clave que los equipos tengan especialistas en varias disciplinas,
con fortalezas, debilidades equilibradas y con opiniones variadas a la hora de
tomar decisiones; esto enriquece el trabajo, brinda distintos puntos de vista a
los problemas planteados.
No está de más realizar actividades fuera de la oficina para que las
personas se conozcan a otro nivel, en otro ámbito, y generen conexiones más
allá de lo laboral. Las conexiones que
se establecen en ámbitos distendidos hacen al trabajo diario más personalizado.
Para los individuos, se trabaja con menos tensión al compartir la
responsabilidad de las decisiones y hay una mayor aceptación de las soluciones,
debido a que fueron tomadas en conjunto.
Para el equipo, se comparten los incentivos económicos y los
reconocimientos por ser parte de quienes llegaron a obtener el logro. Y, por
otro lado, minimiza las frustraciones.
Para la organización, disminuye costos al tener una estructura más
plana, aumenta la calidad del trabajo y mejora sustancialmente el clima
laboral.
Es fundamental comenzar a implementar esta metodología de verdadero
trabajo en equipo si queremos amalgamarnos con las generaciones que están
ingresando en el mercado laboral y si aspiramos a incrementar la productividad
de nuestras compañías, así como el sentido de pertenencia de los colaboradores
y lograr un lugar de trabajo que nos haga felices.
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