Dice también, el indio Guamán Poma de Ayala prestó su nombre “a cambio de un caballo y una carreta” para rubricar la autoría de la Nueva Crónica y Buen Gobierno.
Afirma también, familiares de su rama materna le enseñaron a descifrar e interpretar los capacquipus (quipus de la realeza), los quipus literarios y los quipus contables. Junto con los tocapus fueron la base de la escritura incaica. Tanto quipus como tocapus fueron destruidos durante la campaña de extirpación de idolatrías.
Según Blas Valera, y basado en testimonios de caballeros e infantes que participaron en la captura de Atahualpa, el último inca no fue vencido en combate sino después del envenenamiento de sus principales jefes militares.
De acuerdo a Blas Valera, los pobladores del Tahuantinsuyo eran los verdaderos dueños del Perú. Su fe era compatible con el dogma cristiano y su sistema económico bastaba para administrar todo el territorio del Virreynato del Perú.
Es decir, lo que afirma Valera, en los documentos reunidos y clasificados por Laurencich Minelli, Myriam Mikelmeyrs, evidencias una cruda realidad y al mismo tiempo tomarse en cuenta por la clase intelectual peruana, a fin de rebatir, cuestionar o afirmar lo que se dice, ya que llegando a la verdad, podemos conocer nuestra verdadera historia. Esa historia, que es mezquina con Blas Valera Pérez, quien por su legado, deja abierta una llaga que no se cicatriza y que conforme pasan los años, no hace más que reafirmar la criminalidad con que actuaron los supuestos conquistadores venidos de España.
A modo de conclusión y muestra de la crítica situación de los indígenas del Tahuantinsuyo, como dice Valera, escribiendo a Ignacio de Loyola, dice: “Beato Caballero de Cristo, ¿no fue el mismo Cristo quién borro nuestra deuda contraída clavándola en la cruz? ¿Quién entonces se otorga el derecho de Cristo de borrar los pecados de los hombres? Hombres hechos a imagen de Dios pero con la máscara de Lucifer, oprimen a sus semejantes, como culebras se revolcan en el Oro, en la plata y en la sangre de los vencidos” (sic).
Blas Valera, merece ser estudiado en su verdadera dimensión y darle el lugar que lo corresponde en la historia latinoamericana. (Manuel Cabañas)