Región Amazonas

Absorto, callado y pensativo veo
tu pálido semblante como luz sombría.
Tus ojos trémulos, marchitos y sin lágrimas,
fijamente mirando al infinito.
Tus manos apretadas negando una caricia,
tu cuerpo todo: inerte, frío y sin sentido.

Hay llanto, hay queja en el hogar sombrío,
lágrimas gruesas derrámanse por doquier,
fiero dolor se dibuja en cada rostro,
se estremece el alma, estalla el corazón
de aquellos que te amaron
y yo que te amé tanto, padre mío.

Al borde de tu fúnebre baúl
unas largas trenzas lloran en silencio;
cuatro vástagos reclaman tus caricias,
mas todo es en vano, en vano es todo.

En un torbellino de mantos espectrales,
la más advenediza y sanguinaria muerte
te arrebató para siempre padre mío.

Se marchó para siempre el mercader, el trotamundos,
el padre amado, el bondadoso.
Se fue como rayo fugaz en la tormenta,
como un negro vendaval de paso.
Se esfumó como espuma en la corriente,
como rocío en mañana veraniega.

Cayó a la tierra como cae un meteoro.
Murió cual estambre en el desierto.
Se fue quien tanto amaba
el canto jovial de las aves,
quien con ternura infinita
modeló el alma de sus hijos.
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