
De concretarse el proyecto, sería uno de los graves errores producto de una visión incongruente sobre la realidad amazónica y que derivaría en consecuencia en problemas de carácter social con los pueblos indígenas que viven en las fronteras.
Para los que conocemos la selva, los programas de colonización y poblamiento de fronteras que se llevaron a cabo con la avanzada de asentamientos militares, los llamados “UMAR” (Unidad Militar de Asentamiento Rural) no tuvieron del todo éxito.
Voy a referirme de este tipo de colonización sucedida en el actual distrito de Imaza, provincia de Bagua.
La UMAR se ubicó en el actual centro poblado de Imacita que queda más o menos a 400 km. de la frontera con Ecuador y trajo un grupo de colonos en la década de los 60.
Aparte del enfrentamiento con los indígenas del pueblo Awajún por la disputa de territorios que ya estaban ocupados por los naturales, el sitio es ahora un referente de cómo se empobrece el suelo amazónico, cuando la expectativa de desarrollo que diferentes gobiernos de turno han despertado en colonos, luego desamparados a su suerte, solo ha conllevado la tala masiva del bosque y la extinción de especies de la fauna a tal escala que desaparecieron las pavas de ala blanca, el montete, el paujil, la huangana, el sajino, el oso y todo tipo de animales que viven en la selva alta.
No estoy en contra de la necesidad de vigilancia que debe existir en las fronteras por principio de soberanía. Lo que observo y lo que avizoro es que habrá una fuerte resistencia de los pueblos indígenas fronterizos a que las medidas de vigilancia en las fronteras se acompañen de la promoción de políticas de “repoblamiento de las fronteras” sin tener en cuenta que estas fronteras ya están pobladas por los pueblos indígenas.
Por ejemplo, la cordillera del Cóndor está poblada en las cuencas adyacentes de sus vertientes hídricas (ríos Comaina, Cenepa, Numpatkaim, etc.) por los awajún del Cenepa y repoblada por ellos mismos en lugares donde es posible sembrar y vivir. Por el lado del río Santiago no existe ningún espacio donde promover asentamientos humanos colonos a no ser que se ignoren los títulos de propiedad de las comunidades indígenas fronterizas.
En el departamento de Loreto, la frontera con el vecino país del norte también está poblada y repoblada por los pueblos Achuar y Wampis. Si hablamos de la frontera con Brasil, en el Ucayali -principalmente en la provincia de Purús y en el distrito del Breu- no hay espacios libres donde poblar a no ser que se desconozcan los derechos territoriales que tienen las comunidades, en su mayoría titulados y si no lo están aún, en proceso de ser titulados.
En Madre de Dios, el fomento de la colonización en ese departamento no es nueva, pues Iberia es el emblema de la política expansiva que no precisamente crece con solo haber encontrado el prodigio del progreso que ofrece la selva, sino, atropellando el derecho de los pueblos indígenas de la región quienes se han visto obligados a desplegarse hacia adentro, perdiendo para siempre el espacio que les ha permitido sobrevivir por milenios.
En el tiempo que estuve liderando la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) se presentó un caso que vale referir. Había un grupo de colonos de Iquitos liderado por licenciados del Ejército quienes se acercaron a la Comisión Multisectorial que lideraba en aquel entonces el Comandante Edwin Donaire para plantearle al gobierno se les conceda áreas fronterizas en el marco de la promoción de fronteras vivas. Estimaban en 13 millones de dólares los gastos para costear el traslado de colonos, sus instalaciones, herramientas y también destinar parte de esos recursos en proyectos productivos y construcción de trochas carrozables. Eso fue luego del último conflicto con Ecuador.
Afortunadamente, las autoridades militares entendieron que era inviable el proyecto de los licenciados del Ejército. Explicamos, que todas aquellas franjas fronterizas ya estaban ocupadas y que más bien el Estado debía adoptar una política de desarrollo de las fronteras con las comunidades indígenas que están ahí desde tiempos ancestrales.
¿Quién sino los indígenas son los hitos vivos de la frontera?. Ellos viven sus culturas en esos territorios, comen lo que la tierra les produce, tienen como sobrevivir sin ninguna asistencia económica del Estado. Pero no por esto habría que trasladarles sus problemas sociales a colonos que ni siquiera están familiarizados en cómo sobrellevar la vida en lugares inhóspitos, solitarios, donde escasea la comunicación con el resto de la comunidad nacional.
En vez de pensar en colonizar la frontera mejor se debe promover que el Estado realmente llegue a esas comunidades, llevándoles una mejor calidad educativa, mejorando sus medios de comunicación, capacitándolos para que puedan darle valor agregado a sus productos y puedan también tener acceso al mercado. En otras palabras, que el Estado brinde los recursos necesarios para que las fronteras sean desarrolladas con el protagonismo de los mismos indígenas.
En la selva faltan centros tecnológicos, no hay acceso a la universidad, el Estado aún no ha llegado de manera eficiente con servicios de salud básica, falta sanear las tierras de las comunidades, etc.
Alguien dijo, los indígenas actúan de manera cerrada porque no quieren el desarrollo que la globalización ofrece, que los indígenas se resisten al desarrollo, que los indígenas quieren quedarse en una isla, etc. Estas afirmaciones de ninguna manera son ciertas. El indígena se resiste y actúa renuente cuando se les contamina su agua y que consume, cuando se extrae el recurso natural y no se les retribuye nada.
El indígena reclama se respete su derecho a la vida y esto no significa que no quiera el progreso. El indígena quiere ser consultado y no quiere ser insultado ni menospreciado, también quiere que el Estado los considere como seres humanos capaces de definir y plantear sus propias prioridades.
Autor: Líder awajún Gil Inoach, ex presidente de Aidesep (extraído de Inforegión)
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