En Memoria de la Tía Amada
Los caminos de este mundo a lo largo de la tierra nos
han esparcido.
Y el tiempo, la distancia y los quehaceres de este
mundo han apagado la llama del amor y la ternura.
Heredados sentimientos de oro y diamantes que
son los únicos que alumbran nuestras almas oscurecidas.
Ahora que te has ido, tu ausencia golpea mi corazón
egoísta porque tu recuerdo mi carne ha penetrado y está sangrando por tu
partida.
El amor puro que me diste; tu cuidado; tus consejos
ahora me cobran con dolor de conciencia el precio de mi fría indiferencia.
El no llamarte para saludarte y reírnos como cuando
era un niño, aunque nada costaba, ha revelado mi pecado.
El saber que horas antes de ir al panteón, unos pocos
queridos lloran y te acompañan aliviana mi pesado espíritu.
De donde vendrá ahora mi socorro; mi socorro viene de
Jehová porque me ha recordado que mortales nos hizo.
Con un grande corazón y con una larga vida Dios te
bendijo.
Tristeza es no más tu recuerdo porque el espejo de tu
sonrisa, de tu alegría, y de tus ojos afectuosos han cesado mi aflicción.
Gracias Dios de todo corazón por haberme dado tan
grande Tía.
0 comentarios