El niño Perkis no trajo un tarro de leche al aula que le había tocado como tarea. Los demás compañeros se mofaron tratándole de irresponsable y hasta el docente de su aula de primaria se enojó con él porque mientras los otros traían un poco de arroz, un paquete de fideos, una bolsa de papitas, una bolsita de lentejas, entre otras cosas, el niño Perkis no dio el paso adelante con ningún alimento para la canasta.
Con el rostro sobrecogido esperaba una ocasión para mostrar lo que había traído y que lo sostenía bajo la carpeta en una de sus manos.
Vino la oportunidad cuando el docente le preguntó ¿Qué trajiste para homenajear a las madres? Perkis se puso de pie y avanzó hacia adelante. Su mirada trasmitía emoción y un temor comprensible para los niños de su edad. Cerró y abrió los ojos, tragó la saliva, dio la vuelta y llevó las manos detrás. Todos esperaban con ansias lo que iba a hacer, todos miraban lo que traía entre manos.
Señor profesor, queridos compañeros - empezó a hablar - es cierto, no he traído lo que me tocó en el papelito del sorteo de ayer. Les pido disculpas, pero he traído algo que lo he venido preparando para darle a una de las madres a quien irá a la canasta que se está preparando. A mí me tocó traer un tarro de leche, pero déjenme preguntarles ¿por qué traer ingredientes para un regalo dedicado a mamá?
¿Por qué, compañeros, no pensamos un poco más y valoramos a nuestras madres?. Cuando mi madre estuvo viva me solía limpiar mi cara con su pañuelo el momento que yo lloraba. Cuando ella quería guardar su plata para ir al mercado, abría su pañuelo y lo guardaba. En el momento de las compras sacaba la plata para gastarlo. Cuando ella despedía a mis hermanos, su pañuelo lo tenía en alto hasta que el bus desaparecía en la calle. El pañuelo era para mi madre un motivo de limpieza, de seguridad y de emociones.
Desde entonces, la imagen del pañuelo quedó en mi mente y cada vez que veo a una madre pienso si tendrá un pañuelo que lo guarde con cariño.
Todos quedaron mudos y siguieron escuchando. Perkis empezó a mostrar la bolsa negra de plástico y sacar lo que tenía dentro.
Querido, profesor, estimados compañeros, por favor, perdónenme. Yo no he traído leche sino un pañuelo que lo he bordado toda la tarde de ayer. Yo no he traído leche porque pienso que regalar ingredientes a una madre es darle algo que va a ser para nosotros porque ella lo va a cocinar para sus hijos. Yo he traído un pañuelo para que la mamá que lleve la canasta tenga un recuerdo por un buen tiempo y la use para las necesidades de ella.
Mi madre me decía que el mejor regalo es la obediencia, pero si algo quería darle que sea algo para que ella lo tenga. Compañeros, regalemos a la madre lo que va a ser para ella. No le regalemos lo que ella va devolvernos en comida. Es bonito, es una costumbre, pero no es significativo. Por favor, perdonen, pero pienso así.
Todos aplaudieron y desde el docente hasta el último niño pasaron adelante a felicitarle y a abrazarle por su lindo gesto.
Al día siguiente, cuando en la actuación se mostraron las canastas sobre la mesa del escenario para ser entregadas por sorteo a una madre de cada sección, había una canasta que era notoria porque traía un pañuelo atada a un costado. El docente contó la historia del pañuelo a las madres concurrentes y el evento fue inolvidable porque no hubo ni una madre que se quedar sin llorar al momento de la entrega de canastas. (Edy Estrada)
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