Muchas
veces podemos hallarnos en situaciones delicadas que pareciera afectar
un aspecto del orden social. Sin embargo, cuando se mira a fondo, como
debe ser visto todas las cosas, nos damos cuenta que realmente se ven
afectadas muchos aspectos.
Con
el austero sol de la mañana decidí tomarme un espacio para dar un paseo
por lejanos sectores de la provincia de Bagua que solía frecuentar
durante mi niñez. Seguida por mi obsesivo hábito de llevar mi cámara
digital a todos lados, llegamos al sector “La Primavera”. No es
desconocido para nadie que allí se puede hacer la mejor toma de la
provincia cuando se está de visita o cuando se busca una portada.
No
está demás mencionar que el encontrarse con personas, que movidos por
la curiosidad, te hacen la conversación con el único motivo de entablar
una amistad, característica de las personas de mi tierra. A esto se
suma el reencuentro con aquellos amigos que se mudan a este lado de la
ciudad por un espacio donde vivir, su único objetivo.
Con
más de cincuenta años y en compañía de su esposa un viejo amigo de la
familia, que no había visto en cinco años, labra la tierra con
tenacidad a fin de conseguir lo suficiente para poder elaborar adobes,
actividad a la que se ha dedicado por años. Al platicar con ellos note
un cúmulo de pedazos cuyo aspecto me resultaba conocido. Me atreví a
preguntar de qué se trataba _ “Son huacos” me dijo en su sorprendente
inocencia como el que busca que me maravillara de su descubrimiento.
Más sorpresa fue la mía al darme cuenta que estaba en una situación
complicada, primero: se trataba de personas que no tienen la mínima
intención de hacer daño, segundo: la defensa de nuestros recursos
culturales es una de mi más grandes responsabilidades como
comunicadora; y tercero: los medios locales ni entidades se han tomado
la molestia de mantener informado a una población sobre la importancia
de la conservación de los huacos y qué solución viable y justa puede
darse cuando ciudadanos descubren vestigios culturales sin la intención
de dañarlos ni poseerlos.
Siempre
se ha mantenido la idea de que al descubrir un vestigio cultural se
debe temer ser denunciado por la entidad encargada y por lo tanto es
preferible conservarlo en casa. Esta idea no fue ajena a mis amigos, al
haber rescatado un huaco que conservaban a un costado del resto
decidieron que era mejor conservarlo por temor a una denuncia por
perjuicios o temor a ser desalojados del espacio que era su vivienda.
Mi
preocupación aumenta cuando al observar la tierra cavada descubro que
tiene color ceniza y las posibilidades de que debajo pueda existir otra
área de investigación son muchas. Cavilé en una solución inmediata y no
se me ocurrió nada que no fuera publicarlo ya que mi estancia en Bagua
iba a ser corto. Cuando
se está en un conflicto es en vano buscar culpables, se debe partir por
buscar las causas para la oportuna corrección tomando en cuenta
soluciones que sean justas para todos.
Es
por ello que concluyo que el mejor remedio de todos los males es la
información, aquella información que nos lleve al conocimiento de las
cosas importantes, aquella información oportuna, la que nos compete. El
Centro Arqueológico las Juntas ha sido pospuesto por falta de
presupuesto, pero eso no debió significar la postergación de informar a
la población sobre el valioso patrimonio que poseemos y las políticas
que nos lleven a obrar con responsabilidad y armonía respecto a ello.
Políticas que nos integren, más no que busquen culpables para sancionar.






Relatos de Monos
Libro Raices de Bagua
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